sábado, 28 de septiembre de 2013

Lo gracioso.

Imagen de internet
 
Reserva. La luz con una imagen de lo que representa un surtidor de gasolina está encendida. Entro a la gasolinera y justo antes de ir a pagar, una mujer que trabaja ahí— me pregunta que cuánto quiero poner. Evidentemente habla de gasolina y de dinero. Le contesto que ocho euros y me encamino hacia el mostrador para pagar. A medio camino cambio de opinión, no sé por qué, creo que hago mal las cuentas o algo así y le grito a la mujer que mejor nueve. Estoy en la fila y cuando vuelvo a contar el dinero, veo que solamente tengo ocho euros, ¿de dónde mis malas sumas para pensar en nueve? Giro la cabeza hacia la mujer y ya ha puesto la gasolina. Salgo de la fila y me dirijo a ella. No estoy seguro de qué hacer. Por mi mente pasan varias ideas: arrancar el coche y largarme es una de ellas, pero me decanto por hablar con la mujer. Me dice algo a sí como, "no me lo vuelvas a hacer" y deja que me vaya. Le pago ocho euros a sabiendas de que ha puesto nueve. Le digo que en unos minutos volveré a darle el euro. No me cree, lo veo en su cara. Subo al coche, y voy a mi casa que está a dos calles de ahí. Consigo el euro, vuelvo a la gasolinera y le entrego la moneda a la mujer. Cuando se la doy se ríe a carcajadas. ¿Qué es lo que le hace tanta gracia? No lo entiendo.

viernes, 27 de septiembre de 2013

Bajo fotografía de "CONSTANCIA" y seis apartados.

Fotografía de un metal decapado que pone "constancia".

I

Hace unos años hice un viaje del que todavía no he regresado. Empezó como una aventura, de esas en las que coges una mochila y la llenas de ropa, y también algún libro que crees oportuno aunque sabes que tal vez no lo leas, pues en los viajes siempre suelen pasar sorpresas, como creer que al sitio donde viajas te va a saludar un conocido en la calle; aún así siempre hay posibilidades de que pase, de que alguien, quizá un antiguo amigo te de la mano, Hey, qué pasa, te diga, y luego te vayas a beber alguna cerveza con él y después a dar un paseo y a visitar el museo de arte moderno durante veinte minutos y después de comer y cenar juntos, lo que siga sea una fiesta donde los invitados, de diferentes nacionalidades, estén contando chistes de los que no te enteres por no hablar el idioma, pero eso te de igual y al rato de estar ahí, se te acerque una chica y te diga cosas en castellano, y después de unas horas de estar hablando y bebiendo cervezas, te la lleves a la cama, a su cama (¿quién se lleva a quién?) y al día siguiente despiertes con ella y con resaca, luego le prepares el desayuno para hablar del pasado, de qué es lo que te lleva ahí y a ella, preguntas que no respondes, no sabes responder, no tienes las respuestas, quizá sea casualidad, Casualidad de las buenas, te diga, y ahí estés, en su casa, decorada con un peculiar estilo brasileño, estilo de bailarina, claro que es bailarina, con ese cuerpo no puede no serlo, por dios. Entonces te duches, y ella y salgas a dar un paseo, por supuesto, juntos, y te muestre la ciudad, Qué preciosa ciudad, algún día viviré aquí, le digas y ella sonría, siempre has pensado que lo más importante de una mujer es su sonrisa, si no sonríe no te convence y simplemente te alejas, ya no le compras la moto a cualquiera, muchas ya lo han intentado antes y siempre es lo mismo: ese bucle que te lleva de un lado a otro sin masticar chicle, pero esta vez no, es diferente, ahí estás, creyendo que es hermosa y luego pasen cinco días y sigas ahí, juntos, codo a codo y te diga que te quedes y aceptes, qué más da, no tiene importancia dónde, sino con quién, lo tienes claro, lo tuviste claro desde una tarde que casi te mata un tipo que iba discutiendo con su mujer en el coche, era jueves o miércoles, no lo recuerdas, pero recuerdas con quién. ¿O estabas solo?

Es una cosa muy curiosa eso de los recuerdos, siempre tenemos montones de ellos, pero no son tan nítidos o completos, son vagos y con rupturas, hay huecos, un recuerdo viene a ser la nada, fotografías en la imaginación con audio, y audio malo, pero qué sé yo de los recuerdos, y qué sabes tú, nada más que no se sepa en general -ni menos-, lo que sí, es que en los recuerdos normalmente no almaceno el día de algún suceso en concreto, esto es muy personal, muy de: cada quién recuerda como cada quien puede, un ejemplo de los recuerdos son las grandes celebraciones: que te acuerdas de ellas, pero no con claridad del día de la semana que era. Al final, los recuerdos, solamente eso son, y lo importante es que aquí estamos, ahora y no cuando empezó la aventura. Por eso escribo que continúo con el viaje, un viaje que sigue y no se detiene hasta que se acabe lo que conocemos por vida. También por eso creo que es imposible regresar, no hay dónde; estoy convencido de que no se puede, físicamente no cabe el regreso, pues para empezar no puedes regresar si nunca te has ido, y eso ya sería entrar en discusiones de tiempo-espacio en las que no entraremos; la historia es que si siempre has viajado ya no existe un atrás, o aunque exista, pues al final todos hemos tenido un antes, un camino recorrido, del que nos quedan recuerdos, buenos y malos: fotografías con audio en baja definición. Pero esto sigue y allá la posible brasileña que es bailarina y sonriente, y allá el hombre que discutía con su mujer, que en un instante casi me mata, pero los casis no existen, y se agradece la mayor parte de las veces, aunque no dirá lo mismo aquel que "casi se gana la lotería, si no es por el nueve... y por casi nada". 
Lo importante de todo esto, que de importante tiene tanto como se juzgue, será continuar con la idea de continuar. Idea que como concepto es muy fácil de pronunciar, pero que en el momento que se tiene qué realizar ya es cuando cuesta, y bastante, incluso entenderla y conceptualizarla.

Pero como iniciaba el relato, y sin darle más vueltas, el viaje empezó como una aventura, de esas en las que coges una mochila y la llenas de ropa, algún libro que crees oportuno... Salí con mi amigo Bernardo rumbo a DF, nos habían pedido que realizáramos un documental de uno de los ensayos de la compañía de danza contemporánea Vladik Batislaf, cabe decir que nunca había estado en uno de esos ensayos, de hecho creo que solamente había estado en ensayos de una banda de rock que desapareció en el 2001, así que para mí era una nueva experiencia, y cómo se disfruta de lo nuevo, siempre la novedad nos deja con un deseo latente de volver a probar, somos muy humanos en esos aspectos. Bernardo conocía perfectamente a la compañía de danza, pues no era la primera vez que estaba con ellos: el coreógrafo había sido pareja suya años atrás y habían recorrido muchos escenarios juntos, por Bernardo y su relación truncada a causa de quién sabe qué, es por la razón que estábamos involucrados en el viaje que sería el inicio del viaje, o uno de tantos inicios, pues es muy difícil generalizar cuál fue el inicio del viaje, realmente cuál, que si lo pensamos, no sería el nacimiento, sino antes, mucho antes, quizá el viaje empieza en el inicio del todo, del cosmos, pero entrar en estas disyuntivas ya va más allá del entendimiento, por lo que mejor centrar el viaje como el inicio del viaje que represento como la actualidad que vivo. Bernardo y yo en un autobús planificando lo último de los recursos que teníamos para el documental de la compañía de danza, tema sencillo: llegar, preparar luces y cámaras, unas treinta tomas, entrevistas breves y adiós, a editar y entregar el contenido que serviría como "portafolio" para la compañía. Cosa simple sin complicaciones, hasta que llegamos y Bernardo vio a Roberto, el coreógrafo.

II

 Lo que tenía como idea, nunca se llegó a realizar. Los cambios -algunas veces- suelen ser anodinos, incesantes y hasta intrínsecos como cualidad deformada. Bestialidades que emergen de quién sabe donde para llevarnos a la nada. Pasos abruptos que de mal nacer se cortan emergentes como siluetas de carácter perdido; y para carácter perdido el de aquel que ya no cree en su valor, en la esperanza de ser portador de su vida como propiedad, aquel que ha dejado de un lado el viaje para ser no más que un ente que vive por inercia.

III

Más tarde, digamos un año antes de que decidiera empezar con este blog, rescaté del recuerdo, por no decir de las cajas que almaceno de recuerdos, varios cuadernos donde fui anotando -en plan bitácora- lo que sucedió a lo largo de casi diez años. No eran diarios, más bien eran libretas de anotaciones casuales sin continuidad reglamentaria, que al unir las fechas lograban convertir las anotaciones en una, como he dicho antes: bitácora de viaje. 
Tras releer los escritos, pude sacar varias ideas aclarando incluso de lo que creí "inaclarable"; pues de lo que quise dejar constancia, solamente era un minúsculo fragmento de lo que ha sucedido en el lapso de tiempo que ha transcurrido desde la primera página hasta la última. Una suma de minis nadas que me aclaran instantes y remueven fantasmas, momentos que también confunden, viajes, gastos de viajes, algún dibujo, poesía suelta, palabras al azar, parte de un estar. Cosas ad libitum (style, por supuesto).

IV

Luego aquí estoy, ahora y no existe el pasado, y ya es parte de lo que me hace hacer lo que en este mismo instante hago.

V

¿Qué sentido tiene contar historias que ya no son más que un recuerdo dentro de la nada? Alguno tendrá, es humano hacerlo, y hasta que alguien me rebata lo contrario, muy humano soy.

VI


jueves, 26 de septiembre de 2013

Mostrando la lengua.

Fotografía de timbre en portal de una calle de Venecia.

"...entonces todo estaba bien, o eso parecía. La noche era como estar en casa, una cómoda situación, una relajante. No habría más disparos, todos ya habían sido realizados. Se sentó entonces en el banco que quedaba libre, los demás ya tenían dueño. Era una plaza pequeña con farolas grandes. Ahí fue cuando lo tuvo claro: si ella estaría fuera de la jugada, entonces todos se irían con ella, claro, así tenía que ser. Los hundiría. Primero a Roberto. Contaría a la policía todos los planes, les hablaría de cómo los había engatusado y dónde guardaba las armas, de cómo era el que engañó al equipo para más tarde robarles hasta los zapatos. Luego contaría lo de Armando, de cómo se había cargado a ese madero aquella noche, de cómo sin piedad le había pegado un tiro, de cómo, después de matarlo le había pateado la cara, de cómo se reía y cómo disfrutaba de su malicia, porque el muy cabrón sí que era malo, uno malo malo, uno de esos capaces de matar a su madre por unos cuantos billetes."

Cerré el libro, pedí la cuenta, pagué, dí el último sorbo al café y me puse en marcha. Venecia es una de las ciudades más bonitas que he visto en mi vida.

sábado, 14 de septiembre de 2013

Lo llamaremos William.

William (evitaré apellidos por aquello de aludidos posibles, incluso cambiaré nombre y si es posible modificaré la historia a mi antojo para no causar controversias de ningún tipo), hace unos años tomó la decisión de coger una mochila, guardar en ella lo que encontró básico y salir a la calle sin idea de volver, tampoco tenemos más información de cuáles eran sus razones, pero lo que está claro es que se iría. Así que ahí lo vemos, bajando las escaleras, en el portal de la finca saca las llaves, las mira y decide que sería mejor guardarlas en su buzón. Ahí empieza William su deambular, así da comienzo esta historia, con un hombre de 40 años queriendo dejarlo todo, olvidar y empezar una nueva historia.
Ahora William da el primer paso hacia su otra vida, su nueva vida.
Las calles cambian de color y de aroma cuando decides que no vas a volver, todo adquiere una nueva intensidad, parece estar más vivo que antes y casi da la sensación de que a tu alrededor todo está palpitando, y no se puede determinar exactamente si te está saludando o diciendo adiós. El exterior vibra cuando tomas la decisión de ser parte de él y no solo pisarlo como un transeúnte más. El que elige abandonarlo todo y salir sin billete de vuelta, tiene claro que es así: salida sin regreso, no hay marcha atrás.

William ahora está sentado en la cera de un callejón, está comiendo un bocadillo de tortilla de patata y jamón, ¿será el último bocadillo casero que coma?, no lo sabe, pero lo piensa y no tiene miedo, de hecho no le da importancia. Lleva consigo seiscientos euros y nada más. No tiene planes, es la forma que tiene de abordar la vida, su nueva vida, solamente con seiscientos euros y lo que en una mochila cabe. Ahora bebe un poco de agua. Cuando se le acabe no tendrá problemas, la ciudad regala agua a quien así lo quiere, para ello los dispensadores que están en casi todas las plazas. Dormirá en el parque que colinda con la ciudad, pero no quiere pensar en ello, no es necesario adelantar sucesos, pero nosotros sí adelantaremos los hechos, y son así: William dormirá cerca de unos arbustos bajo las escaleras del puente Román Interino, por la mañana no tendrá su mochila ni sus zapatillas, luego, descalzo irá al centro comercial y gastará cuarenta euros en unas deportivas de marca, al salir de ahí se dará cuenta de que acaba de cometer una estupidez, el dinero se irá agotando y no puede permitirse este tipo de lujos, así que será el último de ellos. El segundo día será para andar por las calles, comer algo en el mercado y poco más. La contemplación es estimulante cuando se busca. La primera semana empezará a hacer mella tanto en su físico como en su bolsillo; tontamente se dará cuenta de que habrá gastado ciento veinte euros y que se encuentra hambriento, sucio y cansado. Cuando la tercera semana termine, William habrá agotado prácticamente todo su dinero, le quedarán noventa euros y empezará a sentir pánico, miedo. La cuarta semana será crítica, perderá el resto de dinero, se verá involucrado en una trifulca callejera, lo arrestarán; sin nada, volverá a las calles y no sabremos qué será de él, así sin más perderemos su rastro. William habrá desaparecido.
A los dos meses la gente que lo conoce empezará a preocuparse, habrán rumores sobre él, se dirán muchas cosas, pero todas ellas sin argumento evidente. En ese momento nosotros nos deslindaremos de la historia de William y dejaremos que su familia y cercanos sean quienes se encarguen de su búsqueda.

Justo aquí es cuando hablaré de Marc. Empezaré por decir quién era Marc y trasmitir lo que él me hacía sentir, de lo que me hablaba, de lo que pretendía y de lo que nunca logró. Marc se convirtió no en otra cosa que un aliado en la guerra, en la batalla que juntos habíamos decidido emprender. Esta guerra sin sentido que era el vivir, el olvidar y si era posible el deambular; mismo que nos llevó a sitios que nunca puedes borrar de la mente. Quizá estoy divagando, pero así era hablar con Marc, quien había sido compañero de escuela del ahora perdido William. Así lo conocí, gracias a William. Él me hablaba de Marc como si de un ser evolucionado se tratara, me hablaba de él casi como una deidad, una especie de gurú que tenía la capacidad de transformar las cosas. Y en efecto, cuando por primera vez hablé con él, supe que ahí estaba la línea divisoria de un antes de y después de. Marc hizo que aceptara términos que jamás pensé siquiera que existieran, me hizo escuchar lo que yo tenía que decirme. Vamos, que más que un gurú, era un vidente, uno real, uno palpable con el que también se podía salir a beber cervezas y a ligar con chicas. William era una de las cosas que detestaba de Marc, decía que todo lo centrado que tenía en su discurso de vida, era tirado a la basura por un instante de no lucidez al que se entregaba.
De fechas no estoy seguro, pero creo que fue al año de conocer a Marc cuando William empezó con sus ideas de soledad, de meditación y de autocomplacencia. Luego lo de su escape y después encontrar su disco duro con toda la información, con la verdad almacenada. De eso hace varios años ya. El disco se lo quedó Marc y el muy cabrón también desapareció. Nos lo entregó su madre sin saber qué era y dijo algo así como "chicos, ustedes sabrán qué hacer con esto porque yo no entiendo nada". Luego sonrió, casi estoy convencido de que ella sabía más que nosotros tres juntos.

Y ahora aquí estoy, sentado pensando en ellos y dándoles vida. Quizá estén por ahí divagando con sus teorías y conspiraciones y revelaciones superiores argumentistas, quizá han encontrado en la verdad lo que buscaban, lo que construían. No lo sé. Yo por ahora me detendré y definitivamente prepararé algo para comer, de verdades sé poco, muy poco o casi nada, pero comer es comer.