domingo, 31 de marzo de 2013

Mob Rule



El proyecto aún está en el laboratorio, esto es, está en proceso de experiementación y desarrollo, por lo que ahora mismo solamente goza como estructura de una página de facebook que puedes visitar aquí mismo: Mob Rule Facebook.

miércoles, 27 de marzo de 2013

Una persona que no eres.

No sabes qué hacer con tu vida porque no sabes ni qué es lo que quieres. Estás ahí, perdido, sin rumbo.
Luego vienes y cuentas cosas sobre tus logros, sobre tus planes y sobre lo que pretendes hacer. Pero no lo haces.
El teatro ya no te vale. Fracasas con él. Has olvidado cómo actuar. Nadie quiere que estés en su obra. Ya ni lo intentas.
Buscas trabajo de otra cosa, lo que sea. Pero nadie te contrata, nadie se fía de ti. Ya no te preocupas ni por ducharte. Hueles mal. Tienes mala pinta. La barba te crece, y el pelo, y las uñas.
Pasa el tiempo y te comportas como otra persona, una que no eres tú. Ya no puedes pagar el alquiler. Lo primero en suceder es que te cortan la luz. Sin luz no funciona el calentador, ni todo lo que funcionaba en tu cocina. Nada en tu casa es válido. Todo es eléctrico. Pero sobrevives. Los enlatados te salvan. Luego es el agua lo que cortan. Sin agua tu higiene empeora, ya no sólo eres tú quien apesta. Todo apesta en donde vives, tu vida apesta, lo sabes. 
El casero amenaza con echarte si no pagas. Luego es la policía quien lo intenta. Tienes sed. Entonces coges lo básico y te largas de ahí, nadie necesita una casa, ni cosas. Lo primero que haces es deambular, hace mucho tiempo que no ponías tanta atención en las calles. Vives en una ciudad hermosa y casi no lo habías notado. Y ahí estás, en una de las plazas principales que te recuerda otro de los lugares más bellos en donde alguna vez estuviste. Te sientas en la fuente y respiras, y bebes agua ayudándote con la mano, y aún respiras más y lo notas, y lo notas más que antes. Tienes hambre, y duele. Los zapatos te sobran, así que te descalzas y te pones a andar. Una mujer te mira y tú a ella, no hay odio, pero sí pena. Sientes pena por ella, tiene algo en la mirada que da tristeza. 
Te acercas a la basura y por primera vez encuentras algo ahí que jamás buscaste: comida. Ya no tienes miedo. Eres libre y no sabes qué es la felicidad, pero nunca lo has sabido. Ves un periódico en el suelo y lo recoges, te sientas y lo hueles, es papel de periódico y te encanta, así que no lo lees pero lo guardas en tu mochila. Luego sacas de la mochila cosas que no te sirven y las tiras al suelo. No necesitas nada de eso. No necesitas nada, solo la mochila vacía y un periódico. Un hombre te ve y se acerca, te da una moneda. La miras y no entiendes qué pasa ahí, ya no eres tú el de los planes, ni ese que eras antes con ideas y propuestas. Ahora estás y lo sabes y huele y duele y pesa. Entonces el tiempo se detiene y sigues con la respiración pausada. Te levantas y buscas algo, pero no sabes qué es. El suelo es rugoso y áspero. Llegas a un jardín y te tumbas. Un tipo uniformado te pide que no pises el césped, pero no lo escuchas, los pájaros tienen mejor sonido que su voz. Y ahí estás, con tu mochila y tu olor y tu vida que ya no es vacía ni de mierda. Estás tan libre que por un momento sientes cómo algo te invade desde dentro y explota en tu cara con una sonrisa de plenitud y satisfacción, entonces lo notas, eres feliz y no necesitas nada, ya no actúas, ahora eres y estás y lo sabes, y respiras.
Una patada te saca del trance y te trae al presente y a la materia que duele. Ahora son tres uniformados los que te insisten que salgas del jardín. No haces caso. Entonces te insultan, pero para ti no es suficiente. Ahora te patean con fuerza y arrastran, pero no te importa. Pobres imbéciles, no saben nada. Tontos infelices con sus trabajos y sus casas y sus mierdas. Así que cierras los ojos y dejas de escuchar y de sentir. Y por un instante todo cuanto está, es. 
Y entonces
mueres.

Abres lo ojos. Te despiertas.
Qué sueño más raro acabas de experimentar.
Te levantas de la cama y sientes cómo una sensación incómoda invade tu cuerpo. Qué mal sería no tener todo lo que tienes. Así que te duchas y vistes y desayunas y sales de tu casa y vas a tu trabajo y luego vuelves y ves la televisión y practicas sexo con tu mujer y te duermes. Y así toda tu vida con variantes, con viajes y con cosas, muchas cosas. Luego tienes hijos y crecen y mantienen tu ritmo. Y algunas tardes eres quien da monedas a quienes las piden. Entonces olvidas tus sueños, y olvidas respirar y notar que existes. Y luego..., mueres, tienes una muerte real. Y nada ha valido la pena, porque en algún instante, cuando quizá lo reflexionaste, no hiciste nada. Para qué.

 

domingo, 24 de marzo de 2013

Gente y los que dejan de ser gente.

Fotografía retocada de señalización en carretera.

El texto era el siguiente:

"No sé tanto sobre la gente. Nadie sabe nada sobre la gente. Todos creemos saberlo todo sobre la gente. La gente es nada, es gente. La gente no sabe nada de la gente. Lo que sabe la gente de la gente es nada. Nada es la gente. La gente es nada. Nada de gente."

Cerré el libro para seguir sin saber nada de la gente ni de nada y porque se me hacía tarde para ir a beber cervezas y hablar con gente, quizá de gente.

Fuera llovía. Lo malo de la lluvia es que siempre hace pensar en que sería mejor no salir y quedarse lejos de la gente. La mayoría de gente piensa igual. ¿Será que en el fondo no nos gusta la gente?
Salí con un paraguas. Pedí un taxi. 
La gente necesita desahogarse, y el taxista se desahogó conmigo como si se lo estuviera rogando. Me habló mal de gente que quería que él quisiera a gente o no sé qué cosas que me estaban confundiendo, pero era algo así como que la gente le estaba torciendo el brazo para que quisiera más a la gente. Yo estaba mareado de escuchar cosas de gente y cosas de gente y más gente que habla de gente con historias de gente. Pensé incluso que la gente daba asco. Asco de gente. Luego me bajé del taxi y el taxista dejó de ser gente, no sé cómo lo hizo pero el muy cabrón ahí estaba y ya no era gente. 

Había dejado de llover y la calle se llenaba de gente, así que apuré el paso para evitar gente y que la gente no tuviera la necesidad de evitarme, como gente. Al final de la calle estaba el bar, evidentemente lleno de gente. Entré. Ahí había mucha gente, que tampoco entiendo cómo, pero que algunos ya no eran gente ni nada y quizá lo interesante es que ni ellos ni yo lo entendíamos. En fin, para no perder las posturas ni las costumbres (muy de gente), nos pusimos a hablar de gente. Mal de gente teníamos entonces y nos emborrachamos y la gente dejó de ser gente y nos reímos y hasta cantamos temas de gente. Cerró el bar y nosotros volvimos a casa, cada uno a la suya y con su gente. En mi casa no había gente y de pronto me dí cuenta de que yo era gente y no había más y así amanecería y pasarían los días y los meses y la gente.

Definitivamente sé poco de la gente, pensé, y al cerrar los ojos, gente. Y al dormir, gente. Y aun así, sé tan poco de la gente que siempre será y dejará de ser gente. Como tú, que eres gente y luego no y luego sí y luego no y luego sí. Como yo, gente y no y sí y no y sí.

Volví al libro y seguía ahí con sus temas de gente que involucra gente que escribe gente, así que decidí dejarlo a un lado y nada, fue entonces cuando me dieron ganas de ver gente, o a los que ya no son gente.

viernes, 15 de marzo de 2013

La transformación de las cosas.

Fotografía de naranjas transformándose.
 
Al darle vuelta a las cosas, descubrí que tampoco había nada debajo, seguían siendo cosas. 
Luego me puse a leer sobre la divinidad de las cosas, de su esencia y su forma, pero por más que se explicara en letras, seguían siendo cosas. Cerré el libro, busqué una sierra y corté el libro por la mitad. Seguía siendo el libro. Tiré a la basura el libro, la sierra y más cosas: un teléfono, una camisa, dos botellas de leche, unas gafas y un vaso de coca-cola. 
Al estar dentro de la basura, seguían siendo las mismas cosas, aunque irónicamente, ahora se habían convertido en basura, pero seguían siendo cosas. 
Todo era lo que era, a pesar de que el contexto les diera otro título matérico. 
Entré al baño y cagué. Seguía siendo yo, pero transformado. Luego pensé que en realidad yo solamente era un medio para la transformación de la comida. Por lo que la comida seguía siendo comida, aunque se transformara. Todo era lo mismo una y otra y otra vez. Salí del baño y me lavé las manos. Lavarse las manos mata los microbios. ¿Microbios? Mini-vidas que son y serán siempre, aunque se transformen. Era la microbiología en sí, lo que no cesa. 
Me senté entonces en uno de los sofás que heredé de mi madre. Aún huele a ella. Ella ha muerto. Ella ya no es. Pero cuando estoy en el sofá que tiene su aroma, vuelve a ser ella y está, aunque sería más apropiado decir que es y no que está.
Me puse un DVD, que fuera antes VHS, antes BETA y antes Super 8 y antes 35mm y antes me la pela. Evolución de un formato, su transformación.
La película representaba un bosque, pero no era el bosque. Apagué la televisión que era y que estaba y que no quería que estuviese. Tuve una idea. Saqué la cámara del armario y grabe con ella la televisión, entonces ya no era y solamente una representación de ella era lo que estaba. Luego tiré a la basura la cámara y la televisión. 
Entré a casa y decidí prenderle fuego a todo. Fuera, en el jardín, veía cómo todas las cosas se quemaban. Pensé, una vez más, en la transformación de las cosas. 
Fue entonces cuando me puse a andar por la calle y todo a mi alrededor me parecía efímero y cosa y transformable.

miércoles, 13 de marzo de 2013

Puntos rojos sobre rojos que parecen negros.

Fotografía de habitación oscura, modificada Instagram.


Nada más lejos de la realidad es la ficción, y viceversa.

Una vez, leyendo a Coelho (leyendo como concepto y Coelho como optativo), había algo que me llamaba la atención, no transcribiré la frase porque no recuerdo exactamente cuál era, pero lo que recuerdo era algo así como: cuando sueñas lo que en realidad estás teniendo es una vivencia más de la que puedes sacar tanto partido como quieras, esto es: si sueñas que te enfrentas a alguien, al despertar sabrás exactamente qué es lo que se siente tener ese enfrentamiento, o si ganas un premio y recibes una ovación de aplausos, sabrás, por consiguiente, la sensación de qué es recibir ovaciones. Esto sirve como herramienta de ayuda en el día a día, según sus afirmaciones. Dice que la experiencia no necesariamente tiene que ser una vivencia física y que más allá de esto, puede ser incluso una vivencia intelectual, espiritual, etcétera.
Piénsalo un poco, quizá te convenza el portugués.

He visto una película que me recordó un sueño que tuve hace algunos meses. Iba de una invasión alienígena a la humanidad, pero que por causa del desorden organizativo de los aliens, eran dominados por el humano y llevados a vivir a una zona designada para ellos. Vamos, que la película reflejaba perfectamente un nazismo pero con otra estética para apaciguar las culpas. No entraremos en este tema, hablamos de mis sueños y en los míos no hay final feliz. El humano tras dominar a la raza invasora, los extermina y prepara una nueva invasión al planeta de éstos. Sé que es un rayote, pero yo no elijo mis sueños.
Luego me pregunto de qué mierda me sirve esta "experiencia", y más aún, me pregunto de qué mierda me sirven otras tantas experiencias: cosas que escucho, que leo, que veo, que pienso. Quizá herramienta, es verdad, pero, ¿por qué quiero tener herramientas necesarias para construir una casa si lo que quiero son herramientas para montar un barco?

Ahora mismo estoy teniendo una buena experiencia. Escribo, y espero que lo que saque de esto, sean herramientas para seguir vivo. Como hasta hora, o mejor, porque sé que es posible.

Por cierto, Coelho, coelhín, coelhón.