viernes, 15 de marzo de 2013

La transformación de las cosas.

Fotografía de naranjas transformándose.
 
Al darle vuelta a las cosas, descubrí que tampoco había nada debajo, seguían siendo cosas. 
Luego me puse a leer sobre la divinidad de las cosas, de su esencia y su forma, pero por más que se explicara en letras, seguían siendo cosas. Cerré el libro, busqué una sierra y corté el libro por la mitad. Seguía siendo el libro. Tiré a la basura el libro, la sierra y más cosas: un teléfono, una camisa, dos botellas de leche, unas gafas y un vaso de coca-cola. 
Al estar dentro de la basura, seguían siendo las mismas cosas, aunque irónicamente, ahora se habían convertido en basura, pero seguían siendo cosas. 
Todo era lo que era, a pesar de que el contexto les diera otro título matérico. 
Entré al baño y cagué. Seguía siendo yo, pero transformado. Luego pensé que en realidad yo solamente era un medio para la transformación de la comida. Por lo que la comida seguía siendo comida, aunque se transformara. Todo era lo mismo una y otra y otra vez. Salí del baño y me lavé las manos. Lavarse las manos mata los microbios. ¿Microbios? Mini-vidas que son y serán siempre, aunque se transformen. Era la microbiología en sí, lo que no cesa. 
Me senté entonces en uno de los sofás que heredé de mi madre. Aún huele a ella. Ella ha muerto. Ella ya no es. Pero cuando estoy en el sofá que tiene su aroma, vuelve a ser ella y está, aunque sería más apropiado decir que es y no que está.
Me puse un DVD, que fuera antes VHS, antes BETA y antes Super 8 y antes 35mm y antes me la pela. Evolución de un formato, su transformación.
La película representaba un bosque, pero no era el bosque. Apagué la televisión que era y que estaba y que no quería que estuviese. Tuve una idea. Saqué la cámara del armario y grabe con ella la televisión, entonces ya no era y solamente una representación de ella era lo que estaba. Luego tiré a la basura la cámara y la televisión. 
Entré a casa y decidí prenderle fuego a todo. Fuera, en el jardín, veía cómo todas las cosas se quemaban. Pensé, una vez más, en la transformación de las cosas. 
Fue entonces cuando me puse a andar por la calle y todo a mi alrededor me parecía efímero y cosa y transformable.

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