sábado, 25 de mayo de 2013

Esteban Hernández, dibujante de tebeos.


Cuando conocí a Esteban pensé que me iba a encontrar con un tipo de persona que no es. Lo imaginé más serio (no es que no lo sea), tranquilo y prácticamente sin inquietudes. La imagen que yo tenía de un dibujante de tebeos —en este caso Esteban— era una totalmente diferente a la que he vivido desde hace tiempo. Conocer a Esteban me ha resultado enriquecedor no solamente por su trabajo atemporal que nada tiene que ver con las modas, ni con patrones de uso común o de úsese y tírese, sino que abre la mente y la centra en puntos que rara vez el común denominador de las sociedades se llega a centrar o siquiera a pensar en esta posibilidad, y me refiero a los temas relacionados con la introspección.
Esteban tiene la capacidad de bucear en su interior y abordar el dibujo y la escritura desde su punto de vista, siendo esta la visión objetiva que pretende dar a conocer por medio de su trabajo, utilizando como medio el tebeo y el fanzine, incluso los textos (en su blog hay prueba de ello). 

El fanzine Usted, ya con siete números, es una publicación de viñetas cortas que ha ganado el premio internacional del salón del cómic de Barcelona al mejor fanzine (con el número seis), y no es una coincidencia que tenga este galardón, pues tanto su gráfica como sus guiones gozan de una profundidad y contenido digno incluso de estudio. 

Como complemento, el Mister, ya con dos números, aborda parte de sus instantes y búsquedas haciendo uso de la poética y la imagen en boceto. En este caso es un gozo ver cómo Esteban es capaz de ser sincero y mostrar parte de su cotidianidad, incluso abogando a las trasnochadas, a las noches en vela, al desasosiego y las sensaciones internas de las que no se puede escapar. 

En cuanto a sus tebeos, ya en forma de novela gráfica, nos viene y planta de golpe un discurso donde sus personajes tienden a la lucha interna y a la búsqueda inminente para encontrarla y así salir adelante con los retos que esta vida nos pone como obstáculos. El Duelo, su última novela gráfica, es la muestra fehaciente de ello. 

Fografía realizada en la Librería Dadá por Manuel Garrido.

El pasado jueves 23 de mayo a las 20:00 horas, acompañé a Esteban en la Librería Dadá del MuVIM para presentar sus trabajos y más que nada, hablar de sus inquietudes y lo que hace que continúe dibujando, escribiendo y viviendo. ¡Grande Esteban y larga vida!

Si no lo conoces, visita su web: www.estebanhernandez.net

Y si te apetece escucharlo en una charla haz click aquí.

jueves, 23 de mayo de 2013

El pelo de Marta.

Hay veces que parece no haber nada qué decir y aun así ya se está diciendo algo.
Marta es una chica que conocí en un lugar donde yo trabajaba hace años. Era inteligente de mirada confusa y terca, de esas miradas que parecen decir algo, pero no lo hacen, o no se atreven. Era sincera. Elocuente y rápida de pensamiento, recuerdo que no se le escapaba una y siempre tenía qué decir. También era arqueóloga y quería hacer un doctorado de no sé qué enfocado a la investigación de los huesos o algo así, pero lo que en realidad le interesaba era el estudio de la evolución humana dentro de las sociedades y según ella, la base de todo era tan sencilla como la materia, mismo que no le entendía, ¿tan sencillo como la materia? Sencillo no era, y ella me insistía que más que sencillo, era evidente, tanto que hasta ofendía. Estaba convencida en continuar estudiando y hacer ése doctorado en lo que yo denominaba huesología social evidente. Ella se reía y no me hacía ni caso, tenía demasiado bien puestos los pies en la tierra como para no perder el argumento que la impulsaba a seguir con su proyecto de vida. En su tiempo libre hacía pulseras y colgantes, que vendía a quien le interesaba el tema de las bisuterías, decía que para ella hacer esto, lo de las bisuterías, le ayudaba a relajarse, y el venderlas le ayudaba a entender a las personas, sus comportamientos y las formas que dentro de los intercambios existen... Estaba un poco zumbada —ella lo decía constantemente—, pero tenía tema  para hablar y buen gusto en sus conversaciones. También escribía sobre otras cosas que no incluían huesos ni objetos enterrados. Era una poetiza contemporánea para mi parecer. 
Cuando la vi por última vez, me entregó una caja llena de apuntes y textos y poemas y obras empezadas que así quiso. Haz lo que quieras con esto, me dijo, luego me besó y se fue.
No hay nostalgia, solo buenos recuerdos y gratitudes.

"Quizá no logremos entendernos unos a los otros,
pero tarde o temprano llegaremos a intentar entendernos
a nosotros mismos
y a nuestras insolencias
huecas,
tan huecas
como el instante en el que intentamos
comprendernos los unos a los otros.

En ese momento
habremos comprendido que comprender
está aún más lejos de lo que nuestra comprensión
llegará algún día
a entender.

Luego
ni comprendemos
ni entendemos,
pues solamente estamos
y deambulamos en nuestra eterna búsqueda
del entendimiento y la comprensión

y ahí
en la búsqueda
permanecemos
creyendo
comprender todo
sin entender nada."


miércoles, 15 de mayo de 2013

Fruslerías.

Así es la nostalgia que nos enreda, que va a ser no otra cosa que una puta de pie en la esquina del barrio de los chinos. Luego soy yo quien es el primero en decir, maldecir y desdecir que la nostalgia es una mierda, y aun así, ahí estoy, comiendo de su mano, asquerosa escena de lastimeras situaciones. Y más tarde quizá ya con la resaca de saberme sucio, vengo y lo escribo y alimento lo que algunos creen la nada, otros el todo y otros tantos, una basura. 

Y así es esto, insisto, y nada más que esto. La pregunta sería ¿por qué merece la pena seguir jugando a la nostalgia? 

Hace unos días, después de entender que por más que intento, no entiendo una mierda de nada, recordé que hace unos cientos de años y miles, tampoco se entendía y se creía que ya estaba todo dicho, cuando no había ni pizca de ello. Y bueno, era cierto, algunos lo lograban y lo tenían muy claro, pero terminaban suicidándose o locos o en quién sabe dónde perdidos por el alcohol o alguna otra sustancia. Yo no soy así aunque a veces me gustaría un poco, y creo que a todos nos gustaría de vez en cuando desfasar y ver cómo se ve la vida sin el razonamiento cotidiano, sin esa atadura social o emocional o situacionista que nos ancla a la cordura como un lamento. No siempre, lo del lamento, pues tampoco se trata de ser un fatalista, qué va, solo me refiero a que por momentos quizá apetece perder la conciencia y ver si allá no queda nostalgia que defienda los hechos del presente, y nada más. 

Por otro lado tampoco se va a defender la exquisitez nostálgica del recuerdo. Hace días, hace meses, hace años... Y todo tiempo pasado fue mejor. Fruslerías.