jueves, 23 de mayo de 2013

El pelo de Marta.

Hay veces que parece no haber nada qué decir y aun así ya se está diciendo algo.
Marta es una chica que conocí en un lugar donde yo trabajaba hace años. Era inteligente de mirada confusa y terca, de esas miradas que parecen decir algo, pero no lo hacen, o no se atreven. Era sincera. Elocuente y rápida de pensamiento, recuerdo que no se le escapaba una y siempre tenía qué decir. También era arqueóloga y quería hacer un doctorado de no sé qué enfocado a la investigación de los huesos o algo así, pero lo que en realidad le interesaba era el estudio de la evolución humana dentro de las sociedades y según ella, la base de todo era tan sencilla como la materia, mismo que no le entendía, ¿tan sencillo como la materia? Sencillo no era, y ella me insistía que más que sencillo, era evidente, tanto que hasta ofendía. Estaba convencida en continuar estudiando y hacer ése doctorado en lo que yo denominaba huesología social evidente. Ella se reía y no me hacía ni caso, tenía demasiado bien puestos los pies en la tierra como para no perder el argumento que la impulsaba a seguir con su proyecto de vida. En su tiempo libre hacía pulseras y colgantes, que vendía a quien le interesaba el tema de las bisuterías, decía que para ella hacer esto, lo de las bisuterías, le ayudaba a relajarse, y el venderlas le ayudaba a entender a las personas, sus comportamientos y las formas que dentro de los intercambios existen... Estaba un poco zumbada —ella lo decía constantemente—, pero tenía tema  para hablar y buen gusto en sus conversaciones. También escribía sobre otras cosas que no incluían huesos ni objetos enterrados. Era una poetiza contemporánea para mi parecer. 
Cuando la vi por última vez, me entregó una caja llena de apuntes y textos y poemas y obras empezadas que así quiso. Haz lo que quieras con esto, me dijo, luego me besó y se fue.
No hay nostalgia, solo buenos recuerdos y gratitudes.

"Quizá no logremos entendernos unos a los otros,
pero tarde o temprano llegaremos a intentar entendernos
a nosotros mismos
y a nuestras insolencias
huecas,
tan huecas
como el instante en el que intentamos
comprendernos los unos a los otros.

En ese momento
habremos comprendido que comprender
está aún más lejos de lo que nuestra comprensión
llegará algún día
a entender.

Luego
ni comprendemos
ni entendemos,
pues solamente estamos
y deambulamos en nuestra eterna búsqueda
del entendimiento y la comprensión

y ahí
en la búsqueda
permanecemos
creyendo
comprender todo
sin entender nada."


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