jueves, 29 de agosto de 2013

Jazz y recuerdos.

Entonces me levanto y un ligero dolor de cabeza está presente, pero no le hago caso y voy a la cocina, Un café es lo que me vendría bien, pienso y en eso estoy, saco una cápsula y la coloco en la máquina, Qué buen invento, cómo molan estas mierdas, pienso y luego recuerdo lo que me contaba mi abuela sobre el café y sobre Colombia y sobre su pasado, porque los recuerdos, otra vez están ahí, siempre lo están, si no fuera por ellos quizá no estaríamos avanzando en la vida sino que seríamos una especie de loop que una y otra vez repite el tema, pero este no es el caso, ni el mío ni el tuyo ni el de tu vecino, pues recordamos y yo recuerdo a mi abuela aunque me duela la cabeza un poco, lo que a su vez me trae recuerdos de dolores de cabeza, verdaderos dolores de cabeza tan fuertes que casi cortarla de tajo sería mejor, pero ahora no será así, porque lo que recuerdo es a mi abuela contándome cuentos o historias y más tarde hablándome de literatura, de poesía, de lo intenso que es vivir, de cómo ser escritor, de las Cartas de Rilke y lo bien que me iría leerlas, mismas que ignoré, mismas que tres años más tarde retomé y mismas que han sido parte de recordar a mi abuela, ahí sentada escribiendo con su sonrisa, siempre con una sonrisa y su paz y su cordura conjugada con una inteligencia digna de mencionar, porque una abuela tiene todo un recorrido y ese recorrido les da entendimiento, conocimiento, experiencia, misma que día a día y solamente así se adquiere. Quizá nos pase, quizá te pase, quizá no.

Abuela. Lectora. Amante de la vida. Las flores siempre han sido parte de ella. El amor a la familia ha permanecido como insignia en sus pensamientos. Sabia de palabras, mujer que ha sabido estar y permanecer donde así ha querido siempre.
Cuando niño la descubrí como una pensante que dejaba regalos en las palabras que decía, ha sido escuchada y querida y respetada, ¿cómo no respetar a alguien que respeta, que ama, siente, vive?
Luego estoy aquí y mira por dónde me da por pensar en ella. Cuando fui creciendo los regalos continuaban, sus palabras enriquecían mucho dentro de mí y los consejos se iban acumulando. Hoy sigue siendo así, pero la distancia nos limita a las palabras escritas, y no es que estas sean cortas, pero nunca el lenguaje plasmado será tan real como la realidad misma de hablar con ella, ver sus gestos, escuchar su voz, su risa, sentir su aroma. La abuela es la abuela y representa un estatus en mi vida muy alto, aún hay días que le pido consejo o recomendaciones, pues la escucho como una voz de sabiduría que no puedo dejar en saco roto. Y sí, podría decir más, pero mi presente hace que vuelva aquí y ahora y eso haré, quizá otro día retome los pensamientos del pasado.
El dolor de cabeza continúa, así que nada, veré cómo sigue la lluvia cayendo y escucharé un disco de jazz, Modern Jazz Quartet, que te recomiendo.

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